jueves, 6 de mayo de 2010

Cuando uno está en esos momentos que no tiene obligaciones por la mañana, que puede quedarse en la cama calentito sin que nadie ni nada le quite el sueño, duerme a pesar de que el despertador, que uno mismo programó, atrofie sus oídos.. Es sólo un pequeño esfuerzo el de estirar la mano y llegar a ese aparato que se torna despreciable. Obviamente esto no afecta en lo más mínimo nuestro adorable sueño y seguimos acurrucados en las sábanas que tan calentitas están por el calor humano. Pero cuando uno tiene obligaciones es diferente; o por arte de mágia (causado por el reloj biológico, su encantador inconciente) se levanta diez minutos antes a que se active esa bomba sonora... o simplemente se activa y rápidamente nos levantamos, lo apagamos, nos vestimos, vamos al baño, miramos la hora, tomamos el desayuno, nos cepillamos los dientes, ordenamos, miramos la hora, agarramos nuestras cosas (mochila, bolso, celular, y cosas inútiles que rellenan el equipaje) y salimos de casa, miramos la hora nuevamente ... ¡ Y a disfrutar la maravillosa mañana!